Praising the Lord turns Terror to Triumph
By Susan Richardson
Ecuador Quito North Mission
Sister Gil shared that on Saturday April 16th, she and
Sister Bosse had had a challenging day in Quininde, an area about two hours
from the coast of Esmeraldas, Ecuador.
It was hot, steamy and rainy, and all of their appointments had fallen
through. As it was getting dark, they
decided to visit their investigator Juanita.
As they sat in her tiny home with a tin roof and were talking about
miracles, the earth began to shake violently in what was later confirmed as a
7.8 earthquake. It was approximately
7:00 p.m. when they ran outside to an open area. People were screaming, children were wailing,
dogs were barking, and they were just as frightened.
While her companion was clinging to her, Sister Gil
said that a recent training on praise came to her mind. In that distressing and dark moment, she
began to bear vocal testimony to the goodness and greatness of the Lord, of his
victory and majesty, specifically reciting part of 2 Ne 4. She shared with me later that at the very
moment that she opened her mouth in praise, she felt what she described as ¨el
manto del Señor¨ (cloak of the Lord) placed over her shoulders, and she and her
companion felt unspeakable peace.
As they stood in the open area, Sister Bosse began to
sing, ¨Master the Tempest is Raging,¨ and before long, a group of about 15 alarmed
individuals, including children and even some dogs gathered around them. These total strangers knelt around them in
prayer, some even hugging their legs, as the sisters stood singing to the
Heavens on that dark and terrifying night.
Sister Gil said that while they were singing, the people kneeling around
them prayed aloud and attempted to sing with them even though they didn´t know
the words.
After about five minutes, the strangers who no longer
felt like foreigners, but friends and neighbors, stood, hugged each other, and
returned to where they had come from, having had a notable transformation of
peace and serenity, while the sisters stood quietly reflecting on the miracle
they had just witnessed.
Sister Gil told me later that she understood that
night in a very real way the power of vocally praising the Lord and how it
opened the door to the ministration of angels, as well as doors for many new
investigators.
A night that began in sheer terror ended in triumph
for two sister missionaries in the coastal community of Quinindé when they
discovered for themselves that praising the Savior unlocks the power of God and
opens the door to the Heavens, especially in the midst of trouble.
Terror termina en Triumpho por Alabar al Señor
Por Susan Richardson
Misión Ecuador Quito Norte
Hermana Gil compartió que el sábado 16 de
abril ella y la Hermana Bosse habían tenido un día difícil en Quinindé, un área
aproximadamente dos horas de la costa de Esmeraldas, Ecuador. Fue un día caliente,
húmedo y lluvioso, y todas sus citas habían caído. A medida que oscurecía,
decidieron visitar a una investigadora Juanita. Mientras estuvieron sentadas en
su pequeña casa con un techo de hojalata y hablando de milagros, la tierra
comenzó a temblar violentamente en lo que fue confirmado más tarde como un
terremoto de 7.8. Era aproximadamente las 19:00 cuando corrieron de la casita a
un lugar abierto. La gente gritaba, los niños gemían, los perros ladraban, y ellas
también se sintieron bien asustadas.
Mientras que su compañera se aferraba a
ella, la Hermana Gil dijo que le vino a la mente una capacitación sobre el
poder de alabar al Señor y agradecerle en momentos difíciles. En ese momento angustioso y oscuro, ella empezó
orar y a dar testimonio en voz alta de la bondad y la grandeza del Señor, de su
victoria y la majestad, recitando específicamente unos versículos memorizados
de 2 Ne 4. Ella dijo que en ese mismo momento, sintió ¨el manto del Señor¨ colocado
sobre sus hombros, y ella y su compañera sintieron una paz indescriptible.
En la zona abierta en esa noche obscura, ya
sintiendo mucha paz, la Hermana Bosse comenzó a cantar en inglés, ¨Paz Cálmense,¨
y la Hermana Gil se unió con ella cantando en español. En poco tiempo, se
acercó un grupo de aproximadamente 15
personas, incluyendo a niños y aun algunos perros. Esos extraños se arrodillaron
alrededor de ellas en oración, algunos abrazando sus piernas, mientras que las
hermanas cantaron a los cielos en esa noche oscura y aterradora. Hermana Gil
dijo que mientras estuvieron cantando, la gente arrodillada alrededor de ellas oró
en voz alta y trató de cantar con ellas a pesar de no saber las palabras.
Después de unos cinco minutos, los
extranjeros que ya no se sentían como extranjeros, sino amigos y vecinos, se
pararon, se abrazaron, y regresaron al lugar de donde habían venido, después de
haber experimentado una notable transformación de paz y serenidad. Mientras tanto, las hermanas se reflexionaron
en silencio el milagro que acababan de presenciar.
Hermana Gil dijo más tarde que ella entendió
esa noche de una manera muy real el poder de alabar al Señor vocalmente y cómo el
haberlo hecho se abrió tanto la puerta de la ministración de ángeles, como
puertas para muchos nuevos investigadores.
Una noche que comenzó en absoluto terror
terminó con el triunfo de dos misioneras en la comunidad costeña de Quinindé cuando
descubrieron por sí mismas que el alabar al Salvador trae el poder de Dios y
abre la puerta de los cielos, especialmente en medio de angustia.